En los límites del Poblenou, en el número 429 de Pere IV, se encuentra el Garden Ca l’Agustí, especializado en planteles de hortalizas y jardinería profesional. Conocer su historia es entender la del barrio.
Cristian Marrugat es la quinta generación de esta empresa familiar centenaria. «Mis bisabuelos fueron comprando campos cerca de la carretera de Mataró (actual Pere IV), alrededor de la masía que hay al lado del garden, porque es donde estaba todo». explica. «Ese edificio era el archivo documental de un banco. Ellos instalaron las cuadras abajo, hicieron su vivienda arriba y en la última planta tenían el pajar para secar las cosas» recuerda.
Durante muchos años, la familia se dedicó a la venta de planteles, sobre todo, en el mercado del Born. Sus terrenos iban desde la AP-7 hasta el mar. En los años 80, cuando el negocio ya estaba regentado por los hijos, el ayuntamiento de Barcelona empezó a expropiar algunos campos. «Entonces, mi abuelo, Josep Marrugat Cruixelles, decidió abrir una nueva línea de negocio. Aconsejado por amigos del gremio, fundó el garden para vender también plantas ornamentales» explica Cristian.
El peor momento del vivero llegó con la muerte de su fundador “la transición fue complicada. Esto era el tesoro de mi abuelo, y por ética y porque me gusta el oficio decidí apostar por él. Aunque sí pude hacerlo fue gracias a Helena y Lucy, esto fue cosa de los tres. Le pusimos ganas y estamos consiguiendo remontar” reconoce Cristian.
Helena y Lucy llevan trabajando en el garden más de 20 años, son parte de la familia y de la historia de Ca l’Agustí. “Yo entré en el 93 para hacer dos campañas y en el 95 me hicieron fija” recuerda Helena. “Su abuelo me contaba que antes había muchos campos en el Poblenou y los trabajadores de las fábricas venían a hacer horas extras. Luego su bisabuelo iba en bicicleta a las industrias a pagarlos” explica. Lucy es la hija de uno de esos trabajadores y el tercer pilar del garden de Ca l’Agustí.
“El pasado agrícola del Poblenou se ha olvidado. Solo la gente que tiene la edad de Antonia y Carmeta o si tus padres han crecido aquí, saben lo importante que fue la agricultura para este barrio” reflexiona Cristian. “Recuerdo en mi primer año, que levantábamos la cabeza y no veíamos la puerta. La gente compraba planteles a sacos porque todavía había campos, sobre todo cerca de la Renfe. A medida que se fueron urbanizando ya no se compraba tanta cantidad. Ahora despunta el huerto urbano porque la gente sigue teniendo afición, pero no terreno y la demanda se ha adaptado a ello” comenta Helena.
Cristian no sé imagina en otro lado, “me encanta el barrio, para mi es el mejor que hay. Me crié en una masía en Barcelona (vivió con sus abuelos desde los 14 años), alquilé un piso en el centro del Poblenou y ahora me compré uno con mi familia” explica. “También tengo una granería en carrer Pujades, que ahora regenta mi madre, y entre la tienda y el vivero he visto el barrio transformarse. Todavía mantiene la esencia de pueblo” reflexiona Cristian. “Vas andando y te saludas con uno y con otro. Aunque haya mucha gente nueva, muchos de ellos se están integrando a la manera del Poblenou. Y lo cierto es que tener el mar al lado, para poder desconectar, hacer deporte… para mí, esto es vida”, reflexiona.
Por eso para Cristian, el Poblenou es:
Poble Vida Mar
